viernes, 11 de abril de 2014

Oscuridad



En la oscuridad de la noche me descubro recordando la belleza de sus palabras. Esas palabras suenan en mi mente y al cerrar los ojos y me llevan a una senda amplia y llena de luz, por la que sigo su sonido irremediablemente hacia una desconocida derrota.


Al plasmar mis sentimientos no puedo sino recordar esas frases, como una confesión, ver en mi pensamiento esa imagen y sentir el dolor de desprenderse de aquellas palabras que por temor, deben ser destruidas, esas que presiento de una belleza tal que no pueden más que albergar sus mas profundos sentimientos, aquellos que, grabados a fuego, permanecen ocultos en el alma.

Sonrío al pensar en la comparación de mi modo de unir las palabras con la esgrima, ese baile entre semejantes, esa lucha elegante y sutil entre caballeros que a la perfección podría en parte definirlo a El y sin embargo, dista mucho de la imagen que de mi misma albergo.

Pienso en la emoción de verme florecer ante unos ojos que me reconocen con mas claridad que los míos propios, los de aquel que a pesar de no haber vivido mi primer amanecer, siento sería capaz, mediante el indefinible gozo del sufrimiento y el placer, magnificado por la mas sincera e ineludible entrega, de hacerme brillar de nuevo, de un modo más luminoso y en absoluta plenitud.

Me entristece descubrir lo caprichoso y a la vez cruel del destino, poniendo al Dueño de tan hermosas palabras frente a mi, cual tentación, en un momento y ante una situación en la que el respeto no me permite dar un paso más allá, ni consentir que me embargue la esperanza de un futuro incierto en el que tener la más ínfima posibilidad de esperar deseara ser el Dueño y Señor de mis palabras también.

Sin embargo algo en mi interior me pide que permanezca, respetuosa y consciente, aunque sin poder evitar inspirarme del esplendor de sus palabras y de su persona. Necesitada de hallar aquello que en lugar de vaciarme me llene, vivo colmada de ese sentimiento, ese anhelo de plenitud que me hace seguir por este camino.

Y debo de decir, que no es la búsqueda de mis anhelos lo que por esa senda tan aciagamente sigo, sino la perfección en la composición de sus palabras, que más que seguirlo me llevan hacia El, pues ya no es la razón la que me guía, es el instinto y la necesidad de vislumbrar la luz de mi alma.


vera.






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