sábado, 5 de abril de 2014

El Baño




Hacia un esplendido día soleado y tras dar un largo paseo decidí tomar un baño para relajarme y acabar bien el día.
Me encontraba dentro de la bañera, con la tenue luz de unas velas y música de fondo cuando lo sentí. Sabía que era imposible pero podía notar su presencia al otro lado de la puerta del baño.



La puerta empezó a abrirse, el corazón me palpitaba con fuerza, miré al frente y cerré los ojos, pese a no ver nada, pude sentir su sonrisa al ver mi esfuerzo por no volverme a mirar. Oí sus pasos dirigiéndose hacia mí, despacio, con esa tranquilidad que destaca en Él y que envidio. Sus palabras sonaron en mi oído de forma suave, como un susurro, su voz me envolvía de nuevo y mi cuerpo reaccionaba a ella del mismo modo que lo había hecho siempre, deshaciéndose por dentro sin poder evitarlo.


Me ordenó que pusiera la mano sobre mi clítoris y empezara a masturbarme sin abrir los ojos y después, que me sumergiera en el agua aguantando la respiración hasta que estuviera a punto de correrme.

Así lo hice, con la excitación que me provocaba su inesperada presencia y toda esa situación nueva y extraña, tardé poco en llegar al límite. Saqué la cabeza del agua, cogí aire con la fuerza que me pedía la necesidad de volver a respirar y en ese mismo instante sin poder contenerme, exploté en un orgasmo tan brutal que pude sentir su electricidad por todo mi cuerpo.

No pude evitar entonces abrir los ojos y mirarlo. Al ver la fuerza de sus ojos clavados en mi, sin el menor atisbo de reacción y sin mediar palabra alguna, no pude más que salir de la bañera, arrodillarme en el suelo, tomar su mano, inmóvil, besarla y postrarme ante Él aun mojada, con mi cara y las palmas de mis manos tocando el frío suelo.

Entonces, habló de nuevo, “vuélvete” me dijo. Con movimientos rápidos y algo torpes hice lo que me pedía, pensé que era su deseo tomarme en ese momento así que, postrada de espaldas a Él bajé la cabeza, levanté el trasero todo lo que pude y abrí las piernas ofreciéndome, esperando ansiosa alguna palabra o movimiento suyo que me dijera que debía hacer.

Pero no dijo nada, empecé a impacientarme y a temblar debido a la incomodidad de la postura y al frío del suelo ya que seguía mojada aun. Y de pronto empecé a notar algo, algo que no me gustaba. El olor y el calor de su orina resbalaba desde mi culo hacia mis piernas y mi espalda, no me lo podía creer, las lagrimas brotaban de mis ojos sin poder hacer nada al respecto, pero no hablé ni me moví.

 Lejos de lo que yo siempre había pensado, esa humillación empezó a excitarme, sentía odio y amor al mismo tiempo, sentía que estaba fuera de mí, observando esa escena desde fuera sin poder pensar, solo sentir.

Me ordenó que me levantara, me miró a los ojos y sin decir más, acarició mi mejilla con su pulgar, secando mis lágrimas. No me besó, pero pude notar su aliento y sus labios sobre los míos, mientras contemplaba inmóvil como se volvía y se desvanecía ante mis ojos.

Entonces lo comprendí. No era castigarme lo que pretendía con lo que había hecho sino demostrarme, a mí y a Él mismo, que siempre obedecería a sus deseos, siempre lo complacería y que pasara lo que pasara, a pesar de su ausencia, de no tenerle a mi lado, por más tiempo que estuviera sin saber de Él, yo siempre seguiría ahí, pues era absoluta e irrevocablemente Suya.



vera.





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