Hacia un esplendido día soleado y tras dar un largo paseo decidí tomar un baño para relajarme y acabar bien el día.
Me encontraba dentro de la bañera, con la tenue luz de unas
velas y música de fondo cuando lo sentí. Sabía que era imposible pero podía
notar su presencia al otro lado de la puerta del baño.
La puerta empezó a abrirse, el corazón me palpitaba con
fuerza, miré al frente y cerré los ojos, pese a no ver nada, pude sentir su
sonrisa al ver mi esfuerzo por no volverme a mirar. Oí sus pasos dirigiéndose
hacia mí, despacio, con esa tranquilidad que destaca en Él y que envidio. Sus
palabras sonaron en mi oído de forma suave, como un susurro, su voz me envolvía
de nuevo y mi cuerpo reaccionaba a ella del mismo modo que lo había hecho
siempre, deshaciéndose por dentro sin poder evitarlo.
Me ordenó que pusiera la mano sobre mi clítoris y empezara a masturbarme sin abrir los ojos y después, que me sumergiera en el agua aguantando la respiración hasta que estuviera a punto de correrme.
Así lo hice, con la excitación que me provocaba su
inesperada presencia y toda esa situación nueva y extraña, tardé poco en llegar
al límite. Saqué la cabeza del agua, cogí aire con la fuerza que me pedía la
necesidad de volver a respirar y en ese mismo instante sin poder contenerme,
exploté en un orgasmo tan brutal que pude sentir su electricidad por todo mi
cuerpo.
No pude evitar entonces abrir los ojos y mirarlo. Al ver la
fuerza de sus ojos clavados en mi, sin el menor atisbo de reacción y sin mediar
palabra alguna, no pude más que salir de la bañera, arrodillarme en el suelo,
tomar su mano, inmóvil, besarla y postrarme ante Él aun mojada, con mi cara y
las palmas de mis manos tocando el frío suelo.
Entonces, habló de nuevo, “vuélvete” me dijo. Con movimientos rápidos y algo torpes hice lo que me pedía, pensé que era su deseo tomarme en ese momento así que, postrada de espaldas a Él bajé la cabeza, levanté el trasero todo lo que pude y abrí las piernas ofreciéndome, esperando ansiosa alguna palabra o movimiento suyo que me dijera que debía hacer.
Entonces, habló de nuevo, “vuélvete” me dijo. Con movimientos rápidos y algo torpes hice lo que me pedía, pensé que era su deseo tomarme en ese momento así que, postrada de espaldas a Él bajé la cabeza, levanté el trasero todo lo que pude y abrí las piernas ofreciéndome, esperando ansiosa alguna palabra o movimiento suyo que me dijera que debía hacer.
Pero no dijo nada, empecé a impacientarme y a temblar debido
a la incomodidad de la postura y al frío del suelo ya que seguía mojada aun. Y
de pronto empecé a notar algo, algo que no me gustaba. El olor y el calor de su
orina resbalaba desde mi culo hacia mis piernas y mi espalda, no me lo podía
creer, las lagrimas brotaban de mis ojos sin poder hacer nada al respecto, pero
no hablé ni me moví.
Lejos de lo que yo
siempre había pensado, esa humillación empezó a excitarme, sentía odio y amor
al mismo tiempo, sentía que estaba fuera de mí, observando esa escena desde
fuera sin poder pensar, solo sentir.
Me ordenó que me levantara, me miró a los ojos y sin decir
más, acarició mi mejilla con su pulgar, secando mis lágrimas. No me besó, pero
pude notar su aliento y sus labios sobre los míos, mientras contemplaba inmóvil
como se volvía y se desvanecía ante mis ojos.
Entonces lo comprendí. No era castigarme lo que pretendía
con lo que había hecho sino demostrarme, a mí y a Él mismo, que siempre
obedecería a sus deseos, siempre lo complacería y que pasara lo que pasara, a
pesar de su ausencia, de no tenerle a mi lado, por más tiempo que estuviera sin
saber de Él, yo siempre seguiría ahí, pues era absoluta e irrevocablemente
Suya.
vera.
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