sábado, 21 de septiembre de 2019

Entregarme... a mi



Sensaciones… esa permanente regresión cambiante, ese volver a empezar una y otra vez, cada vez de un modo distinto, descubriendo un nuevo camino, lo que puede parecer una nueva vida. Esa inquietud que me sumía en gran desazón, perdida, esa que al fin logro controlar dejando que me lleve, sabiendo que mi vida debía ser así, sabiendo que siempre hubo de ser una constante y continua transición, un caudaloso río, nunca un estanque.

Experiencias de vida, momentos cambiantes que fluyen dejando muy lejos ya esa época estancada en anodina cotidianidad, esa en que veía cada día el mismo sol y todas las lunas me parecían la misma. Esa servidumbre socialmente impuesta y aceptada a la que uno se acostumbra, se acomoda... se resigna.

Sensaciones de cambio son las que hoy siento y deseo, las que me hacen tomar cada decisión, algunas meditadas, otras basadas en impulsos que aunque no pueda explicar tienen la certeza de una seguridad palpable. Seguridad que en realidad no existe pero... ¿qué importa?

Te das a ese sentir, te entregas a lo que tenga que venir como lo harías al Dueño mas amado y dejas de buscar, mas no se puede evitar la espera.

El deseo, el anhelo de hallar aquello que algunas pocas veces crees que rozas con los dedos y te lleva al mundo de los sueños, regresando de inmediato, pues tus pies siguen firmes en el suelo.

Asumo al fin mi naturaleza, la realidad, la única explicación a un extraño modo de sentir que es el que define mi existencia. No muy lejos del dolor y del placer, íntimamente ligada a una verdad absoluta, prosélita reformada y yonki de todos esos sentimientos que te elevan a lo mas alto o te sumen en la mas absoluta oscuridad. La asumo al fin y me entrego, no a un compañero de juegos ni a un Señor, tampoco a un amante ni al próximo que me prometa amor a cambio de obediencia ciega. 

Me entrego a mi.

Dejo así en manos de la persona en quien más confío para ceder el testigo en el momento que tenga que llegar, si es que ha de llegar. 

Mas no deseo solo seguir con vida, deseo seguir viviendo. 

Sentir el cosquilleo en la piel castigada, el contacto con ese hermoso sentimiento que brota de la dureza y se torna en suspiros, gemidos, lagrimas, en deseado dolor, en ese decadente abandono, esa presión, que te sume en la oscura crisálida de yute y piel de la que brota un nuevo sentir al volver a respirar con fuerza. 

Confiar. Porque hay muchos tipos de afecto, de sentir, y ciertas cosas no las has de vivir con alguien que te ama, a quien amas, sino simplemente del modo que te apetece, te llena, te da seguridad y te hace sentir bien. Nunca puedes saber las razones por las que cada persona se mueve en una concreta dirección, ni la razón por la que se cruzan en tu camino al igual que los motivos para hacerte bien, abandonarte, dañarte, o curarte.

Creer… creer como siempre hice, creer que no todo pasa siempre del modo en que yo lo he vivido, en que no todas las personas para bien o para mal, son como las que yo he conocido.

Y agradecer, pues algunas pocas veces puedes ver mas allá de una mirada clara y una sincera sonrisa, escuchar sensaciones, vibraciones, sentimientos en lugar de palabras y rodearte de ese tipo de personas que te aportan luz entre la oscuridad.

Agradecer lo que esté por venir.



vera


viernes, 14 de septiembre de 2018

Sin Miedo


Breves palabras. Esas que sin saber qué tan lejos aguarda, fervientemente pero tranquila ansío, imaginándolas el preámbulo de hallar tus ojos frente a mí. 

Da miedo, dije... y casi en el mismo instante pasó por mi mente la verdad, esa que siempre compartimos, sentí la sensación que ésta vez no era así, no contigo, no sentía miedo sino calma.

Esa calma que apacigua la mente mientras el alma se desgarra en gritos ahogados, nuevamente deseados, gemidos de placer infinito bien hallados hace poco, solo en susurros, palabras desde el otro lado del mar y en los sueños.

Calma que advierte un tiempo en que brotará en mí nuevamente ese placer, ese sentir de saber que la llama sigue viva.

Brotan de mi mente imágenes, antes acalladas por temor a ser herida de nuevo, sintiendo ahora únicamente, sin pensar, pues habré de lamer el néctar del placer o saborear la sangre brotar en lágrimas, pero no así perecer ni seguir muerta en vida.


Deseos antes evitados resurgen de mí esta noche y tantas otras, los dejo volar, sin medir ya las palabras esos pocos ratos en tu presencia y me imagino en tus manos.

Creando tu arte, imágenes eróticas, perversas, lujuriosas, esta vez solo con tus ojos y marcada en mi piel con tus manos, dientes, labios...

Puedo ver esas imágenes en la oscuridad. Tu boca lasciva entre mis muslos, libando mi placer mientras tus manos me sujetan acallando los temblores de mi cuerpo cada vez más deseoso de ti.

Mis labios entreabiertos, abriéndose paso a través de mi humedad aún en tu boca, saboreando las puertas de tu aliento y recibiendo cada respiración como la última, mientras en mi mano tu entrepierna empieza a palpitar.

Tus dedos enredados en mi pelo, sujetándolo con fuerza, apartándolo cuidadosamente de mi cara para poder así ver el deseo en mis ojos y la saliva resbalar por mi barbilla en cada embestida dentro de mi boca.

Mis manos agarrando con fuerza la cuerda que por encima de mi cabeza me mantiene inmóvil, a merced de cada sensación regalada por el más mínimo roce de tu cuerpo.

Tus brazos tensándose con el fuerte agarre de tus manos en mi cintura, mis caderas, golpeando mi culo ofrecido... acompasando tu respirar y mis gemidos cada vez que penetras en mí, agarrándome del pelo, del cuello, mordiendo mi clavícula poco antes de derramarte en mi interior y caer ambos en apacible sueño, sin importar el mundo alrededor.

Mis pezones erectos ante la más sutil caricia, deseosos de sufrir de tus manos y tu boca la dulce tortura anhelada.

Tu erección despertar entre mis nalgas con la primera luz de la mañana, exigiendo esa atención que mis labios, con sonrisa aún soñolienta solo desean dar.

Mis ojos brillando ante ese ansiado regreso, sabiéndose todo mi cuerpo tuyo, excitado, tembloroso, casi sin aliento ante tu inminente llegada...

Recuerdo ahora en la oscuridad y levemente sonrío, lejos pero contigo vuelve a mí ese pensamiento, la confianza, la tranquilidad, la calma, sin ansiedad, sin prisa... Y sin miedo.





vera.





sábado, 12 de mayo de 2018

Arranca mi sentir



Arráncame el alma rota, hazlo a gritos de placer infinitos, de pasión sucia, arráncala y devuélvela a mi ser nuevamente, pura, limpia, serena y libre como antaño fue.

Derrota los muros de ese sentir, libéralo y haz de mi cuerpo un altar de deseos perversos, muy lejos de esos sentimientos de temor que me convierten en muñeca rota.

Ábreme tu puerta y despójame de inútiles y sobrantes telas, cubre mi piel de violentas caricias que tus dientes regalen, allana mi interior sintiendo mi humedad,  besa mis labios con tanta pasión esperada, tanto deseo, que arda en llamas toda anterior palabra dicha o escrita, toda duda, todo miedo, toda espera…. Y llévame a tu mundo.

Acompaña los latidos de tu miembro a ese sentir de lujuria, a mis gemidos, mientras tus embestidas los acallan, sonora humedad ahora, derramada por el todo contorno de mi boca, mi mentón, mi pecho… Esparcida con tu mano a la vez que la otra agarra mi pelo con fuerza.


Siente mis manos blandir tu firme erección, acompasa tus latidos mientras mi lengua desciende y acaricia el bajo de tu piel y levemente te penetra traviesa, húmeda y deseosa. 

Nota mi respirar exhalar de mi boca, ansiosa de toda esa parte de tu cuerpo que suscita el mas oscuro deseo.

Contempla mis labios temblorosos, mi sonrisa deseosa, mis ojos oscurecerse, mi mirada lasciva, expectante. Contémplame ante ti, a la vez que tu cuerpo se estremece y viertes tu esencia sobre mi piel y en mi boca.

Descubre mis ansias, la impúdica sed de ti mientras descubres mi lengua libar de tus dedos todo resto de tu placer extendido en mi piel.

Saborea mi húmeda y palpitante esencia, siente como mi cuerpo late, vibra, se estremece, ante la súbita caricia de tu lengua, el contacto de tus labios, la presión de tus dientes… a la vez que mis dedos se enredan entre tu pelo, mi voz enmudece turbada, mis ojos se nublan y mi mente se vacía, se pierde en el placer. 


Oye en mi voz el ruego, el alarido de lo incontrolable, la suplica de que tu ser me tome, que tu erección penetre en lo mas profundo de mi, con fuerza, hasta sentirme colmada, hasta sentir dolor.

Halla mi cuerpo travieso, insaciable, gatear entre las sabanas, buscando lamer levemente tu erección pronto recuperada, alzando el trasero y colocándolo ante ti, ofrecida a ese exhibido y esperado placer que anhelas.

Toma sucia y violentamente mi cuerpo y hazlo tu deseo, penetra tras de mi, tómame al celo de mis gritos de dolor y placer sentido, mientras contemplas mi cuerpo estremecerse y mi voluntad derrumbarse en tus manos. 

Arranca mis ganas, mis encerrados anhelos, mis temidos deseos, apoderate de mí en el calor de tu abrazo, poseeme en la fiereza de tu lascivia perversa, vence a lo que soy y descubre lo que puedo ser, hazme libre en tus manos... arranca mi sentir.



vera




martes, 1 de mayo de 2018

De Repente



Y de repente me hallo de vuelta.  Vuelvo a mis palabras compartidas, inmersa en una nube repleta de imágenes, pensamientos libres de dolor y de recuerdos, pensamientos nuevos, limpios y a su vez perversos...



Pensamientos que me llevan a ti, a esos momentos, a tus palabras, a las mías, a esa imagen secreta, que oculta se describe en la voz muda de un sucio deseo que brotó así, de repente.


Leo tus palabras y me imagino mordiéndolas en tus labios antes de que puedan surgir de tu boca, tornando así tus negativas en anhelo.


Vuela de repente mi pensamiento, creando imágenes que en mi retina permanecen borrosas al fondo, tras las letras que me escribes. 


Y así mismo, de repente brota esa avidez...

De cerrar con mis dedos tus ojos y con mis labios acariciarlos susurrándote.


Aparecer de  pronto tras de ti en esa nueva imagen, envolver tu cintura con mis brazos y morder tu clavícula a la vez que resigo con mis dedos esas caricias que me reclama tu pecho.


Despertar junto a ti y  sentir como aún entre sueños, se acelera tu respirar con el placer de mi lengua acrecentando tu erección, hasta colmar mi garganta.


Gemir en tu piel húmeda de esos besos oscuros, penetrando mi lengua en ti hasta sentir la sacudida  de tu placer acompasando el mío.


Posarme en cuatro, ofrecida, entregando a ti mi cuerpo para recrear tus más ocultos y sucios deseos.


Llenar mi vientre de tu vigoroso despertar, sentir todo el peso de tu cuerpo y tu  piel en la mía, la sutileza de tu lengua regalarme gritos de placer y libar en mí tu esencia antes derramada, para ambos compartir ese blanco beso después, de entre tus labios.


Besarte bajo el agua tibia, a penas sin respiración, buceando en tu abrazo, sentir entre mis piernas la leve erección crecer de nuevo, alzar la vista a tus ojos y sonreír al ver lo que dice tu pícara mirada... 


Postrarme entonces para recibir tu placer dorado, sentirme marcada, sometida y sin embargo entregada a la libertad más infinita y real.


Compartir caricias relajadas, risas, momentos... recreados en mi mente por esa avidez, ese deseo que brota de lo más profundo de mí a pesar de la imposibilidad. 


Esas imágenes que invaden mi pensamiento, surgidas únicamente de unas cuantas palabras, que me hacen pensar que, de repente.... Me apeteces.



vera.



sábado, 11 de noviembre de 2017

Melodía


Le imaginaba… Mientras contemplaba con los ojos perdidos el ultimo ápice de una claridad ya desvanecida. Podía sentir el reciente frío del cambio estacional en mis manos, mientras escribía ese sutil recuerdo de un momento aun por suceder.


Podía sentir el amable resplandor, el crepitar del fuego, la leve caricia del calor en cada parte de una piel que clamaba en silenciosos gritos por la atención de esas manos que ahora, trasladaban al infinito placeres de otra forma.

Regalaba mi mente a mis oídos cada dulce acorde que de sus manos brotaba, mientras mis ojos, creían perderse en el movimiento hipnótico de sus dedos, que firme y delicadamente se deslizaban por las cuerdas de ese curvilíneo instrumento que mi cuerpo deseaba intensamente ser en ese preciso momento.

Añoraba mi alma ese dulce sentir de la espera, que tal vez un día llegaría, recreando en mi corazón, mi pensamiento, en todo mi cuerpo, esas sugerentes imágenes que en mis ojos ausentes se reproducían cuando la noche de esa fría tarde de otoño empezaba a caer.

Imágenes deseadas que mis dedos intentaban capturar para, de algún modo, poderlas sentir en una forma mas real.

El amable sonido de una muy notable pasión envolvía toda la estancia, arrullándome en mi lugar de descanso, desnuda, sobre unas mantas frente al fuego. 


No podía mas que contemplarle con un enorme sentimiento de dicha, en sosegada espera, aunque ansiando a su vez poder ser el objeto del que brotaran las notas de su melodía mas sensual, con cada penetrante azote, con cada sutil caricia. 

Pude en mas de una ocasión descubrir en sus labios una leve sonrisa y en la expresión de su cara alguna mirada de reojo custodiando el cuerpo que, cálido y vibrante como el de madera que sostenía entre sus manos, éste, de piel temblorosa y consagrado a sus mas íntimos deseos, también le pertenecía.

Cesó la melodía ante el sinuoso silencio y esa mirada que antes se paseaba sobre mi piel en leves parpadeos, se tornó fija hacia mis ojos en un inconfundible y brillante tono de deseo. 

Abandoné entonces el cobijo de mi acomodo y gateando me acerqué hasta él tomando posición entre sus piernas, abriendo sus rodillas cariñosamente.

Mi boca se relamía inevitablemente a la vez que su mano acomodaba hacia un lado el instrumento, ahora inanimado, para después sujetar mi mentón, acompañándolo así asta sus labios que esperaban para deleitarme con un apasionado beso. 


Mis manos, ajenas a mi control, se deslizaban por su torso, acariciándole, a la vez que mi boca se aproximaba hambrienta a su erecto miembro y sus dedos se enredaban entre los rizos de mi pelo.

Antes de que pudiera saborear el dulce néctar que de su deseo brotaba, tomó mis manos con las suyas y me instó a colocarme sobre su regazo.

Mi cuerpo, en un instintivo gesto, alzó el trasero a la vez que deslizaba las mano hacia adelante, quedando así apoyado sobre mi pecho y el anverso de mis nalgas dispuestas sobre su regazo. 


Pude sentirle entonces, esbozando una traviesa sonrisa, complacido, a la vez que su miembro se alzaba con intensa fuerza cual arte en alabastro. 

Mi respirar comenzó a acelerarse, a la espera de sentir de su mano la primera sacudida que sin duda comenzaría a enrojecer mi piel en ese tono que tanto le agradaba.

Se sucedieron una tras otra las notas de su mas ferviente y vivaz melodía, acompañando caricias en mi cabeza y espalda que yo gozaba cual cachorrita expectante ante el próximo e inminente impacto.

Mi sexo se humedecía cada vez más y mi respiración se tornaba en gemidos de dolor precedidos de alaridos de un enorme placer.

Noté entonces que una de las caricias que de su mano se perdían en mi espalda se intensificó y la mano que hasta ese momento me deleitaba castigando mi piel, la seguía, sujetándome, para alzar mi cuerpo y dirigirlo, posicionando mis nalgas sobre mis tobillos al tiempo que la ardiente caricia de su tacto me envolvía, paseándose sobre mi ser, hasta detenerse en mis pezones erectos.



Tenía el poder de detener mi respiración cada vez que presionaba y retorcía ese pequeño ápice de mí o acariciaba la humedad de mi sexo, a la vez que acallaba mis gemidos con la delicia de sus labios y su lengua penetrando en mi boca.

Pudo ver entonces, tras mis inundados ojos, mi deseo… le suplicaba con todo mi sentir que me otorgara la enorme dicha de darle placer, que regara el vacío de mi garganta con su dulce esencia.

Así, sin separar ni un instante su penetrante mirada y sus virtuosas manos de la que ahora se había convertido en su mas preciado instrumento, acompañó cada movimiento hasta volverme a posicionar en aquel espacio entre sus piernas.

Le di las gracias por conceder mis anhelos y con lujuriosa mirada me dispuse a acariciar con mi lengua cada milímetro de piel del que pudiera sentir placer en su entrepierna.

Tragaba con avidez los fluidos que la insaciabilidad de su erección creaba en mi boca, y mi pulso aumentaba de ritmo mientras mi entrecortada respiración dejaba paso a los espasmos de mi garganta.

Pude entonces oír la bella armonía de sus gemidos, de su pulso acompasarse con el mío, del estremecimiento de ese compartido placer, mientras en mi boca, se derramaba con intensidad.
  
Desperté de mi ensoñación en la ahora entrada noche, con esa hermosa melodía en mi mente, la imagen de dos cuerpos desnudos unidos en la noche, saciados, felices... junto al crepitar del fuego.




vera.