viernes, 25 de abril de 2014

Su Obra

Esplendor de una mujer sumisa
Maria Dolores Fernandez



Tras arder todo aquello que era mi vida, surgió entre la devastación un brote nuevo y fresco aunque muy consciente de la ceniza que cubría su alrededor.

La agradable lluvia descubrió en mí un sentimiento y quise empaparme de conocimiento y experiencias que me colmaran y me hicieran sentir plena.
Demasiadas gotas para recibirlas todas... Se tornaron en dudas, en dolor y confusión. 

Entonces desde mi oscuridad divisé la luz de aquel que siempre estuvo allí, en mi renacer, sin pretensiones ni intereses ocultos, cuidando de su rebaño, desde la lejanía, dejando a los nuevos brotes crecer en la rica tierra de su campo.

Me vio nacer, empezar a crecer, sufrir... y tras eso, me concedió el honor de tomar mi madera para tallarla y con ella hacer arte, ese arte que a su termino cederá a quien sea capaz de valorar y cuidar con el mismo tacto que el de sus propias manos.

Y llegado el momento... Como amar profundamente a dos seres con un solo corazón? Con la misma esencia, con la misma entrega...

La respuesta está en mi alma, en mi elección, en esa decisión que al tomarla partió para siempre mi corazón en dos.

Bajo su manto creceré, esa explosión de sentimientos se tornaran en uno solo, un sentimiento inevitablemente dirigido hacia Él, pero también por Él que será quien me sitúe en la dirección correcta. Y en ese camino por el que me guíe, hallaré un día a aquel al que amaré sinceramente y ofreceré mi entrega, aquel que será mi Dueño.

A pesar de eso, parte de esos sentimientos se quedaran con Él para siempre, con aquel a quien ahora entrego mi alma para tallarla y de ese modo crear arte con todo esto que siento, con lo que mi interior alberga.

Un día me entregaré en cuerpo y alma al que será mi Amo, mi Dueño, sin embargo Él siempre será mi Señor, el que me trajo la calma, el que me vio resplandecer con mi propia luz, por esa razón, eternamente agradecida, siento que de algún modo siempre seré Suya... Su obra.



vera





sábado, 19 de abril de 2014

LUZ






De pronto, hallas esa luz en el camino, aquella que brilla fuertemente y que ilumina la dirección donde debes ir, aquella a la que sigues sin demora, con la mirada fija en ella, a la que deseas llegar pues sabes que bajo ella puedes resplandecer.

Te ordena, te dirige, te guía, te muestra el camino por donde debes andar y sigues caminando, sigues dirigiendo tus sentimientos, tus dudas, tus temores, tus anhelos, todo lo que hay en tu interior hacia el lugar que la luz te ordena.

Inicias con paso lento, te sientes enormemente agradecida, te honra que brille para ti, que te permita permanecer bajo su esplendor pero aun así, en tu desnudez, sientes ese pudor, esa sencilla timidez que te bloquea, puedes caminar tras ella, pero tus ojos y tu piel deben acostumbrarse a su brillo.

Sientes que poco a poco la calma te embarga, te sientes tranquila, feliz, dejas atrás toda la oscuridad que te rodea y te muestras bajo ella desnuda, para poder sentir su calor sobre tu piel, para permitir que te haga brillar.


Tu cuerpo reacciona a su calor, y piensas si es posible, si esa permanente excitación cesará en algún momento, si lentamente se irá introduciendo en ti, por todos los poros de tu piel, hacia el interior, hasta el momento en que logre hacer brillar tu alma.




vera.






jueves, 17 de abril de 2014

Sentir




Pensaba que tras el dolor, había llegado el momento de buscar la calma, de reflexionar, pero siento mi alma con fuerza ardiendo en mi interior y me niego. Me niego a rendirme, me niego a esa mórbida calma, me niego a sólo reflexionar, a pensar  en palabras vacías o sentimientos que no sé hacia donde dirigir, me niego a dejar de sentir.


Pasó para mi ese momento de reflexión, que en lugar de traerme la paz y apoyarme en la espera, sólo me trajo angustia y vacío.

Llegó el momento de sentir, de tocar el cielo con las manos o de sumirme en el mismísimo infierno, de sentir amor, felicidad, placer, paz o dolor, ese dolor en lo mas profundo del alma que te hace morir al instante y a su vez te demuestra que estas vivo.


Deseo sentirme plena, saciada, llena de inspiración, poder vaciar en mis manos lo que brota en mi interior, deseo sentir la vida en mí y deseo entregársela a El, entregarle cada brote, cada instante, pues ese es mi privilegio y mi decisión, así como suyo es aceptarme.


Anhelo sentir ese sueño imposible de verme postrada a sus pies, entregada, sometida, consagrandome al mayor de los placeres que no es otro sino el de sentirme en sus manos, fuerte, invulnerable, Suya. 


Anhelo tener el honor de sus castigos sobre mi piel y su huella en mi alma, que me haga el amor, que sea ese susurro en mi oído que me dirija, esa voz que mi cuerpo reconozca como la de su único dueño, que provoque en mí gritos de placer, de dolor, que elija ser aquel que en la lejanía, ocupe ese lugar especial en mí, en todo mi cuerpo, que sea aquel que bajo mi piel habite.


Elijo vivir en el otro lado de mi balanza, en el de la ansiedad y el deseo, mucho ha sido ya el tiempo en el que me he sentido hastiada, vacía, forzosamente satisfecha con sólo unas migajas de cariño, creyendo tener todo aquello que podía esperar o desear. Así que a pesar de las inclemencias de la vida, del despecho, de la ansiedad o del dolor, a pesar de todo ello elijo seguir caminando, elijo sentir.



vera.










martes, 15 de abril de 2014

Reflejo




Me veo en ti como puedo ver mi reflejo en un lago de agua clara y cristalina. Con esa fuerza y a su vez esa ternura que solo es capaz de mostrarte alguien que es real.

Abro mi corazón y te muestro lo que hay en su interior. Mis infinitas dudas, mis grandes temores, mis profundos anhelos, mis secretos deseos y al mirarte descubro que son los mismos que, al igual que yo, albergas en lo mas profundo, tan cerca del alma.

Porque tu estabas ahí, en mi despertar, con un fuerte hombro en el que apoyarse y una mochila repleta de buenos consejos que no eran mas que experiencias vividas, con tu permanente sonrisa y ese guiño de inocente maldad que te hace ser única y especial.

He reído, he llorado, he sentido he crecido, he brillado y me he desgarrado por dentro y a su vez, tu estabas ahí, sintiendo lo mismo que yo aunque fuera a un tiempo y de un modo distintos.

Sufro con tu pena y me hace sonreír tu felicidad, pues a pesar de la lejanía te has convertido en esa desconocida amiga a la que únicamente te unen esos pocos momentos en los que vives lejos de tu cotidiana realidad y  sin embargo sientes como si siempre hubiera estado ahí contigo.

Junto a tu fuerza, puedo ver en ti ese resplandor de quien alberga un alma sumisa, esa misma que siento en mi interior, esa que compartimos, pues con nuestras muchas semejanzas y nuestras pequeñas diferencias puedo ver en ti, en tu interior, mi propio reflejo.



vera.



domingo, 13 de abril de 2014

De Mazmorra




En la soledad de mi alcoba, sintiendo el calor del tenue brillo del amanecer sobre mi piel desnuda, abro mis ojos lentamente, aún bajo el influjo de un oscuro sueño. 


En el plácido arrullo de un dulce silencio, oigo gritar a mi alma, suplicando que aunque sólo fuera por un breve espacio de tiempo, deje de esgrimir su pluma, mi arma favorita en sus manos, para tomar aquellas que han de dejar en mi piel, marcas de infinito placer, la huella de su deleite y suave olor a cuero.



Lejos ya de ser presa del efecto de Morfeo, regreso de nuevo al mundo de los sueños, con los ojos abiertos, y la mente en aquel lejano lugar donde las posibilidades son infinitas y las fantasías reales.


Puedo sentir la presencia de quien alberga intensos anhelos, oscuras necesidades, aquel capaz de vislumbrarme floreciendo ante sus ojos, de inspirar mis mas bellas palabras, aquel que vive en el caos en el que estoy inmersa.


Me sorprendo palpando mi humedad y llevando los dedos a mis labios, saboreando el placer de sentirme alimentada, sostenida, dirigida, sometida, entregada a El, con las piernas levemente abiertas, en el suelo, totalmente postrada ante su inexorable presencia, suplicante a la espera de ese sufrimiento que haga elevar mi alma hasta cimas Infinitas.


Abandono el salón para sumirme en esa parte de mi yo más salvaje, para convertirme en ese ser que solamente puede ser sometido por quien es capaz de ver, ese ser que precisa ser domado, que lo anhela, ese que únicamente puede ser un animal de mazmorra.


Fluye en mi interior el calor que hace bullir mi esencia, sintiendo, casi oyendo el palpitar de su corazón, temerosa de que el mío explote a causa de la intensidad de mis sentimientos, a la espera de ese primer impacto, de ese placer, de ese dulce dolor que provoque contusiones en mi cuerpo para curar las heridas de mi alma.


Puedo saborear el despiadado gozo de su castigo recorriendo mi cuerpo, entregada a su voluntad, haciéndome sentir exuberante y llena de hermosura, dichosa de ser el objeto de sus más ingentes anhelos.


Estalla el placer en mi, un ahogado grito me hace despertar de pronto de esa intensa ensoñación y me devuelve a la serenidad y a la luz de mi estancia.


Me hallo exultante y sudorosa, sin aliento, por esa sensación de plenitud que acompaña a un delicioso momento y por el desconcierto de descubrir en mi interior la ansiada necesidad de aquel que con sus palabras me empuja a hacer arte con las mías.



vera.


















viernes, 11 de abril de 2014

Oscuridad



En la oscuridad de la noche me descubro recordando la belleza de sus palabras. Esas palabras suenan en mi mente y al cerrar los ojos y me llevan a una senda amplia y llena de luz, por la que sigo su sonido irremediablemente hacia una desconocida derrota.


Al plasmar mis sentimientos no puedo sino recordar esas frases, como una confesión, ver en mi pensamiento esa imagen y sentir el dolor de desprenderse de aquellas palabras que por temor, deben ser destruidas, esas que presiento de una belleza tal que no pueden más que albergar sus mas profundos sentimientos, aquellos que, grabados a fuego, permanecen ocultos en el alma.

Sonrío al pensar en la comparación de mi modo de unir las palabras con la esgrima, ese baile entre semejantes, esa lucha elegante y sutil entre caballeros que a la perfección podría en parte definirlo a El y sin embargo, dista mucho de la imagen que de mi misma albergo.

Pienso en la emoción de verme florecer ante unos ojos que me reconocen con mas claridad que los míos propios, los de aquel que a pesar de no haber vivido mi primer amanecer, siento sería capaz, mediante el indefinible gozo del sufrimiento y el placer, magnificado por la mas sincera e ineludible entrega, de hacerme brillar de nuevo, de un modo más luminoso y en absoluta plenitud.

Me entristece descubrir lo caprichoso y a la vez cruel del destino, poniendo al Dueño de tan hermosas palabras frente a mi, cual tentación, en un momento y ante una situación en la que el respeto no me permite dar un paso más allá, ni consentir que me embargue la esperanza de un futuro incierto en el que tener la más ínfima posibilidad de esperar deseara ser el Dueño y Señor de mis palabras también.

Sin embargo algo en mi interior me pide que permanezca, respetuosa y consciente, aunque sin poder evitar inspirarme del esplendor de sus palabras y de su persona. Necesitada de hallar aquello que en lugar de vaciarme me llene, vivo colmada de ese sentimiento, ese anhelo de plenitud que me hace seguir por este camino.

Y debo de decir, que no es la búsqueda de mis anhelos lo que por esa senda tan aciagamente sigo, sino la perfección en la composición de sus palabras, que más que seguirlo me llevan hacia El, pues ya no es la razón la que me guía, es el instinto y la necesidad de vislumbrar la luz de mi alma.


vera.






jueves, 10 de abril de 2014

Palabras





Sus palabras, mi Señor, aquellas que regresan del mas dulce de los sueños, acompañan mis noches en vela, surcando cada curva de mi cuerpo, adentrandose en mí hasta llegar a lo mas profundo de mi ser.

Palabras que al oírlas lograrán humedecer mi interior y someter mi lado mas salvaje así como harán temblar mi cuerpo al desvelar esos severos castigos que humildemente asumiré  con el fin de complacerle.

Palabras que guían mis dedos, mientras acarician las partes de mi cuerpo donde hallaran algún día las marcas de mi dolor, las mismas marcas que con orgullo luciré, en recuerdo de aquellos momentos en los que mis ojos responderán a todas sus preguntas y mis silencios gritaran de placer.

Palabras que espero formarán la hermosa leyenda que me acompañará, grabada en ese collar que un día he de merecer, así como también en mi alma. 

Palabras que en este momento más que oír imagino, así como su regia imagen, en mi mente, toma mi mano y me guía en mis momentos más oscuros, llevándome hacia ese lugar de mi interior en el que logro verme brillando como un nuevo amanecer.

Palabras que inspiran estas palabras que no son más que el reflejo de aquello que anhelo y existe sólo en mi imaginación.


vera.





sábado, 5 de abril de 2014

El Baño




Hacia un esplendido día soleado y tras dar un largo paseo decidí tomar un baño para relajarme y acabar bien el día.
Me encontraba dentro de la bañera, con la tenue luz de unas velas y música de fondo cuando lo sentí. Sabía que era imposible pero podía notar su presencia al otro lado de la puerta del baño.



La puerta empezó a abrirse, el corazón me palpitaba con fuerza, miré al frente y cerré los ojos, pese a no ver nada, pude sentir su sonrisa al ver mi esfuerzo por no volverme a mirar. Oí sus pasos dirigiéndose hacia mí, despacio, con esa tranquilidad que destaca en Él y que envidio. Sus palabras sonaron en mi oído de forma suave, como un susurro, su voz me envolvía de nuevo y mi cuerpo reaccionaba a ella del mismo modo que lo había hecho siempre, deshaciéndose por dentro sin poder evitarlo.


Me ordenó que pusiera la mano sobre mi clítoris y empezara a masturbarme sin abrir los ojos y después, que me sumergiera en el agua aguantando la respiración hasta que estuviera a punto de correrme.

Así lo hice, con la excitación que me provocaba su inesperada presencia y toda esa situación nueva y extraña, tardé poco en llegar al límite. Saqué la cabeza del agua, cogí aire con la fuerza que me pedía la necesidad de volver a respirar y en ese mismo instante sin poder contenerme, exploté en un orgasmo tan brutal que pude sentir su electricidad por todo mi cuerpo.

No pude evitar entonces abrir los ojos y mirarlo. Al ver la fuerza de sus ojos clavados en mi, sin el menor atisbo de reacción y sin mediar palabra alguna, no pude más que salir de la bañera, arrodillarme en el suelo, tomar su mano, inmóvil, besarla y postrarme ante Él aun mojada, con mi cara y las palmas de mis manos tocando el frío suelo.

Entonces, habló de nuevo, “vuélvete” me dijo. Con movimientos rápidos y algo torpes hice lo que me pedía, pensé que era su deseo tomarme en ese momento así que, postrada de espaldas a Él bajé la cabeza, levanté el trasero todo lo que pude y abrí las piernas ofreciéndome, esperando ansiosa alguna palabra o movimiento suyo que me dijera que debía hacer.

Pero no dijo nada, empecé a impacientarme y a temblar debido a la incomodidad de la postura y al frío del suelo ya que seguía mojada aun. Y de pronto empecé a notar algo, algo que no me gustaba. El olor y el calor de su orina resbalaba desde mi culo hacia mis piernas y mi espalda, no me lo podía creer, las lagrimas brotaban de mis ojos sin poder hacer nada al respecto, pero no hablé ni me moví.

 Lejos de lo que yo siempre había pensado, esa humillación empezó a excitarme, sentía odio y amor al mismo tiempo, sentía que estaba fuera de mí, observando esa escena desde fuera sin poder pensar, solo sentir.

Me ordenó que me levantara, me miró a los ojos y sin decir más, acarició mi mejilla con su pulgar, secando mis lágrimas. No me besó, pero pude notar su aliento y sus labios sobre los míos, mientras contemplaba inmóvil como se volvía y se desvanecía ante mis ojos.

Entonces lo comprendí. No era castigarme lo que pretendía con lo que había hecho sino demostrarme, a mí y a Él mismo, que siempre obedecería a sus deseos, siempre lo complacería y que pasara lo que pasara, a pesar de su ausencia, de no tenerle a mi lado, por más tiempo que estuviera sin saber de Él, yo siempre seguiría ahí, pues era absoluta e irrevocablemente Suya.



vera.