sábado, 14 de marzo de 2015

Sombra



¿Por qué tanto le siento si sólo existe en mi mente?

Si puedo notar el calor de Sus caricias, Sus dedos sobre mi piel y al bajar mi mirada son los míos los que veo.

Amanezco con la suave luz de la mañana, con el anhelo en los labios de los besos recibidos, con ese tibio dolor de la resquebrajada esperanza, del saber en el fondo, que tal vez jamás vuelva a sentir.


Mis pasos, ayer iluminados por Su brillante luz, ahora se tornan débiles, oscuros, me dirigen nuevamente a mi propia sombra, a la nada.

Intento mantener el temple y la cordura, aquejada de una dolorosa necesidad. Oigo Sus palabras con atención, con temor, con nostalgia y con dolor al no reconocer Su voz.

Esa voz que adoro y aún siento, sabedora de que alberga en Su interior. Empañan mis ojos las lagrimas al pensar que algún día no la vuelva a oír jamás.

En mi soledad, a Sus pies me postro, imaginándolo frente a mí, regio y hermoso, sin ser capaz de oír nada más que el latido de Su corazón, del mío, deseosa de una realidad que tal vez nunca llegue.

Paso las noches en vela pensando, intentando huir de mis propios pensamientos, los que solo me muestran un futuro de ausencia, de añoranza, una herida que cada noche en la oscuridad de mi estancia, se abre nuevamente y no deja de sangrar.

Pensamientos de desaliento, que a pesar de ellos, mi alma no cesa de albergar un ápice de esperanza, el más absoluto deseo y amor que persisten cual leve brillo en la oscuridad y me fortalecen en el dolor de la espera.

Pensamientos de soledad, con la única certeza de que mi alma nunca tanto brilló como en Sus manos y jamás a nadie más pertenecerá.

Pensamientos que de la mente brotan y susurran que la vida sigue, que hay que seguir adelante, caminando, pero mi corazón se ha parado, mi alma perece y ya no logro divisar mi derrota, pues en Su ausencia únicamente hay soledad, no queda mas que sombra.




vera.




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