Hay momentos en los que se acumulan “los trastos” y no
tienes más remedio que hacer limpieza.
Como si de un trastero se tratara, tu vida empieza a tener
estorbos por medio… todo aquello que con el tiempo has ido acumulando y que de algún
modo no te permite el paso, no te deja seguir adelante.
Amigos que no lo son… esos cuadros que con el tiempo se
desgastan mostrando la poca calidad del lienzo y la impureza del material con
el que fueron creados, conocidos que te decepcionan… “útiles” que al verlos por
primera vez te deslumbran, que crees que son una cosa y cuando los ves más de
cerca siempre te decepcionan porque te das cuenta que solo van a ser otro
estorbo mas en tu trastero.
Y luego están los sentimientos
olvidados, esos que aparecen de repente cuando tantas veces creíste haberlos
desechado. Como esas cajas en lo más alto del estante que cuando vas a mirar lo que
hay en su interior siempre te caen en un pie, o por la cabeza haciéndote un chichón, solo que en este caso, lo que te duele no es
la cabeza sino el pecho, el dolor sale del interior de tu alma.
Acostumbramos a ser perezosos o a no dar demasiada
importancia y casi siempre nos basta con cerrar la puerta para así no ver el
desorden, sin embargo siempre llega un momento en el que entramos de nuevo en
busca de algo y la realidad nos da en las narices.
El miedo a que todos esos “trastos” nos vengan encima y nos entierren
entre un montón de sentimientos desagradables hace que intentemos mantener esa
puerta cerrada, sin embargo en ocasiones alguien nos toma de la mano y sin
soltarla nos dirige frente a la puerta.
Nos dice con voz dulce pero firme que debemos abrirla,
debemos poner orden a nuestra vida, a todos esos sentimientos, porque tal vez
no nos dimos cuenta pero al otro lado de todos esos trastos hay una puerta por
ellos oculta, una que no podemos ver y
que nos va a llevar a la realidad de lo que podría ser nuestra vida, a la
felicidad.
Sabes que debes ser tu quien ponga orden pero ese alguien
sigue ahí, te dice que no se va a mover de tu lado, por si alguna de las cajas
pesa demasiado y debe ayudarte a deshacerte de ella.
Cuando eso ocurre… solo tienes una opción y es dar las
gracias, arremangarte y empezar a moverte, desechar todo aquello que no vale en
tu vida, que te estorba, que no te deja avanzar o aparece de repente para
causarte dolor.
El BDSM es como la vida, lo forman personas. Personas que viven,
dudan, confían, sufren, aman, hieren… Y puedes a veces acumular algunas cajas
más en tu trastero, pero también tener la suerte de dar con algunas de esas
personas que independientemente de la experiencia o capacidad que tengan Dominando o lo firme e intensamente que vivan su sumisión, te toman de la mano
con humilde sinceridad para mostrarte la realidad, llevarte frente a la puerta
del trastero para hacer limpieza o estar contigo cuando lo necesitas.
vera
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