lunes, 28 de julio de 2014

Vela





Veo su fulgurante luz agitarse ante la menor brizna de aire en la habitación, ante el menor movimiento.

Absorta en su intenso brillo sus movimientos ondulados me hacen regresar la vista sobre mi propio cuerpo, desnudo, resplandeciente ante la tenue luz que a mi lado brilla y sobre mi piel se refleja.

Su incesante centelleo aumenta mi impaciencia y en mi soledad cierro los ojos, busco de nuevo la calma.

Puedo entonces ver sus desconocidos ojos, su intensa mirada puesta fijamente sobre mi cuerpo, observándome, mostrando una media sonrisa, deleitándose de lo que ve, de mi impaciencia, de mi espera.

Un leve suspiro llena mis pulmones regresándome a la realidad de mi estancia, a mi soledad, aun sintiendo esa presencia en mi interior que no cesa, que no me abandona.

Mi deseo se acrecienta por momentos al ver la cera deshacerse ante mis ojos, al sentir aproximarse el momento… anhelante.

Vuelvo la vista a mi cuerpo y puedo verlo transformarse, mi espalda se encorva levemente, mis pezones se tornan erectos, mis pechos firmes, mis glúteos tensos, todo mi interior se humedece y mi mirada se vuelve lasciva, sabedor de la proximidad de ese placer entregado.

Veo la luz y siento el calor en mis ojos, del mismo modo que si el brillo de esa llama naciera de mi  interior, como si esa luz fluyera de lo más profundo de mi alma y saliera por todos los poros de mi piel, por todo mi cuerpo, para hacerme resplandecer.

Cierro los ojos de nuevo, intento concentrarme en la hermosa melodía, en el cálido ambiente, en la tenue sensación de quietud que hace que mis sentimientos salgan despedidos y me envuelvan en un halo de lujuria y deseo.

Mis labios se tornan en una leve sonrisa al llegar el momento esperado, mi respiración empieza a agitarse y mis manos ahora con voluntad propia, como si de pronto pertenecieran a Aquel anhelado desconocido se dirigen a la brillante luz que desprende su calor del mismo modo que mi alma encendida.

Vierto el cálido torrente sobre mi expectante piel y siento como se introduce el calor dentro de mí, como si atravesara mi pecho para introducirse en él, para fusionarse con mi alma, ofrecida a través del dolor, del placer entregado.


Puedo entonces oír gritar mi alma, y salir de entre mis labios en un gemido ahogado, de mis brillantes ojos inundados de ferviente deseo, por un sentir esperado,  aquel momento que ha de llegar, aquello de debo sufrir, mi dulce espera.




vera.





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