viernes, 22 de agosto de 2014

Lagrimas de un Sueño




Arrodillada frente a la puerta, espero. Desnudo mi cuerpo y repleta el alma de sentimientos, de dicha, de ansiedad, de necesidad, de entrega, de amor, de calma, la espera se hace larga y a la vez me serena.

La puerta se abre y siento el enorme deseo de ver Sus ojos, de ver su brillo, reflejarme en ellos, puedo sentir el latido de Su corazón, sé que me siente, y de repente sé lo que debo hacer… bajo la mirada al suelo y espero.

Lleva en Sus manos un collar, puedo escuchar el tintineo de la hebilla, noto el leve roce de Sus dedos alrededor de mi cuello, cierro los ojos y me lleno de ese momento, de ese sentir, adoro Su tacto sobre mi piel, aunque sea siquiera un leve roce, noto entonces el olor a cuero, la suave presión  en mi garganta, ciñéndolo alrededor de mi cuello, el latir de mi pulso repicando en él, acelerándose por momentos.

Me coge entonces del collar y me permite levantarme, también alzar mi mirada para poder al fin ver Sus ojos, Su mirada clavada en la mía, ardo en deseos de besar Sus labios y mi sexo se humedece por momentos, lo sabe, sonríe.

Su dulce aliento penetra en mi boca hasta llenar mi alma, siento esa leve presión en mi pecho, mis ojos se empañan, los cierro, puedo vivir ese momento, la emoción de recibir Sus besos por primera vez, de sentirme libre atrapada entre Sus brazos, de ser Suya.

Toma mis manos entre las Suyas, acaricia mis muñecas y las besa, antes de ceñir en ellas una cuerda que une mis manos y las sujeta con fuerza. Adoro esa sensación,  cada vuelta, cada lazada, esa sencilla presión al ser anudada sobre mi piel, atrapando mis manos, liberando mi mente.

Pasa el resto de la cuerda por una argolla en el techo, tira de ella y mis manos empiezan a alzarse, no deja en todo momento de observarme, de penetrar en mis ojos con Su ferviente mirada, puedo ver el deseo en el brillo de Sus ojos, el orgullo, el placer, me sonrojo, y muestro una leve sonrisa nerviosa, humedezco mis labios y muerdo levemente mi labio inferior, sigue observándome, mostrándome una media sonrisa, a la vez que me sigue alzando hasta que solo los dedos de mis pies pueden tocar el suelo.

Dejo de morder mi labio para recibir los Suyos, Su lengua en el interior de mi boca, Sus dientes aprisionando mis labios, mi lengua, besándome intensamente a la vez que Sus dedos presionan con fuerza mis pezones mientras los apresa con unas pinzas  y mi entrepierna empieza a palpitar de placer.

Siento entonces el roce de la cuerda de nuevo, alrededor de mi cintura, entre mis piernas, presionando mi clítoris contra ella y alzándome todavía más, me sujeto con fuerza a la cuerda que ata mis manos y con mis ojos aun cerrados siento el enorme placer de Su tortura, de Sus dientes presionando un poco mas cada uno de mis pezones, Su lengua acariciándolos después, libando la dulce esencia que de ellos emana levemente por la presión de las pinzas antes de ser liberados de nuevo.

Masajea mis pechos y los acaricia con Su lengua, con besos de Sus dulces labios que ansío regresen de nuevo a posarse sobre los míos, a devolverme el aire que me falta cada vez que siento la ausencia de Sus besos, de sentir Su boca en la mía.

Se aleja de mí y lo que me devuelve es la necesidad de sentir Su piel, Su calor, abro los ojos de nuevo, buscándole, sin poder desear nada mas… solo que regrese y poder otra vez sentirle junto a mí.

Empiezo a sentir el entumecimiento de mis brazos, de mis manos presas por la cuerda, pero no me importa, solo me invade el ferviente deseo, la necesidad de volver a Sus labios, a Su boca.

Acaricia todo mi cuerpo con leves roces, con la yema de Sus dedos, y al fin puedo sentir de nuevo la suavidad de Sus labios sobre los míos, ardientes, penetrándome, besando mi alma.

Venda mis ojos y solamente puedo sentir la ansiedad, la necesidad de Su piel, de su cuerpo junto al mío hasta que puedo sentir en mi piel el primer chasquido seguido del enorme placer.

Me humedezco todavía más a cada impacto, sigo sin sentir dolor, solo placer… sin embargo esta vez mis gemidos se tornan un ruego, suplico la gracia de poder ver mi cuerpo marcado, la marca de mi Dueño sobre mi piel.

Retornan a mis labios Sus besos y puedo sentir que la presión de la cuerda que me sujeta disminuye, mis pies vuelven a posarse sobre el suelo y Su cuerpo se une al mío, Su cálido abrazo me envuelve y mis manos libres ya de la cuerda que las apresaba sienten en ese mismo instante la sensación de tocar el cielo.

Me pone sobre la cama, postrada, ofreciendo mis nalgas, mi sexo empapado en placer, lista para recibir Su dulce tortura, el intenso placer incesante, incontrolado, Sus manos sobre mi piel, acariciándola, haciéndola Suya a cada centímetro que toca, la tortura cesa y puedo sentir mi palpitar por todo mi cuerpo que sigue aun agitándose, temblando, me sujeta, coloca mi cuerpo entregado cual marioneta en Sus manos, postrándome frente a Él, ofreciéndome la dicha de poder darle placer.

Despacio, embriagada aun por todo el placer de mi cuerpo, humilde, elevo la mirada para encontrarme con la Suya, de nuevo me sonríe. Siento en ese mismo momento toda la esencia de mi ser, se desprende de mi cuerpo para posarse en Sus manos, en donde habita mi alma, me muestra quien es mi Dueño, que únicamente puedo pertenecerle a Él, que todo mi dolor, mi placer es Suyo.

Bajo de nuevo mi mirada, dispuesta a ofrecerle todo, a darle todo el placer que le pueda dar, le acaricio, le rozo con mis labios en la más suave caricia, mi lengua alrededor, humedeciendo, succionando, entregándome a Su placer, sintiendo Su palpitar, Su agitación, Su deseo entre mis labios, en mis manos, ansío más que cualquier otra cosa poder sentir Su esencia derramándose en mi boca, siento Sus dedos enredándose en mi pelo, sujetándolo con fuerza, acompasando mis movimientos y mis lagrimas se derraman en el mismo momento que puedo sentir emanar Su placer, recibir la dicha, el honor de sentirlo en mi interior, en mi boca.

La brillante luz del día envuelve la estancia, me acaricia el calor que entra por la ventana y baña mi cuerpo desnudo, ardiente, húmedo.

Despierto con mis ojos empañados, ajustando la visión a la luz del nuevo día, sintiendo en mis mejillas la humedad, el sabor salado y a la vez dulce en mis labios, el sabor de una lagrima, las dulces lágrimas de un sueño.




vera







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