Desperté mucho antes del amanecer, antes de descubrir los
ojos pardos de mi rubio moloso, de notar el húmedo hocico apremiándome como
todos los días, contento y agitado moviéndose alrededor de mi cama. Desperté
antes incluso de que el primer destello de sol anunciara la llegada del nuevo
día.
Desperté pensando en noches de insomnio… noches que se
tornaron amaneceres envueltos en un sentir especial, acariciados por esas
palabras, que a mi pensamiento retornaban a cualquier hora del día, que me
hacían sonreír.
Cerré nuevamente mis ojos intentando recuperar el abrazo de
sus palabras entre la bruma de un sueño, regresando a un momento mágico que me
permitiera recuperar ese sentir, antes siquiera de saber si en los próximos
días me sería posible vivirlo de nuevo.
Me sobresaltó el contacto de unas manos fuertes apresando
mis tobillos, arrastrando mi cuerpo a los pies de la cama, abriendo mis piernas
hasta el punto de sentir una fuerte presión en las ingles. Apresando mis pies,
antes de que mi mente tuviera a penas tiempo de reaccionar, uno tras otro, para
mantenerlos en esa postura… inmóvil.
Pude sentir su aliento sobre mi piel, ascendiendo poco a
poco, haciéndome sentir todo el peso de su cuerpo justo en el momento en el
que sentí sobre mis cada vez más húmedos labios, castigados por mis dientes que momentos antes los presionaban, su respiración
exhalar en mi boca, permitiéndome inhalar su esencia mientras alzaba mis manos
engrilletándolas juntas sobre mi cabeza.
No me atreví siquiera a abrir los ojos… Mi cuerpo absorbía
su calor, su fuerza. Pude advertir una leve sonrisa en sus labios, sabiendo que,
aunque no sujetara los grilletes de mis manos a ningún lugar, seguirian rozando el
cabezal de mi cama, no se iban a mover de esa posición.
La breve desazón de la ausencia se apoderó de todo mi cuerpo
cuando dejó de permanecer sobre mí, cubriéndome, inmovilizándome con un simple
movimiento que apenas me permitía respirar. Recuperé el aliento anhelando esa
presión, deseaba perderlo de nuevo…
Tras unos instantes que se me antojaron la más larga
eternidad, pude sentirle nuevamente entre mis piernas. Avanzando sigiloso,
notando únicamente el leve ceder del colchón bajo cada uno de sus movimientos.
Fue entonces cuando pude sentir esa sensación…. El frío contacto del metal acariciaba el interior mis muslos, contrastando con el calor
que emanaba su cuerpo que parecía fundirse sobre el mío para que lograra
sentir su alma. Me estremecí….
Sentía esa hoja deslizarse, arañando levemente cada
milímetro de mi piel, sin herirme. Sus manos la seguían cual fieros guardianes,
regalándome cálidas y suaves caricias, irguiendo el bello de mi piel a cada
mínimo movimiento, haciendo que mi cuerpo se arqueara y se humedeciera mi
entrepierna cada vez más, mientras en mi boca, mis labios se entreabrían
dejando emanar gritos de mi interior tornados en suspiros, apretando los ojos
con mayor intensidad.
De pronto… se alejó nuevamente dejándome huérfana de ese
sentir.
La fría hoja regresó, acompañada una vez más de Sus manos
que presionaban brevemente mis muslos, impidiéndome el más mínimo movimiento. Situada
en el perineo, descubriéndome cuál sería su camino, haciéndome así presionar
mis nalgas ante tan desconocida sensación.
Un enorme suspiro llenó mis pulmones, un temblor iniciado en
mis labios se apoderó por un breve instante de todo mi cuerpo, deteniendo
incluso mi corazón unos instantes después.
La hoja ascendía, con la presión suficiente para poder
sentirla rasgando la tela que cubría tan sensible parte de mi cuerpo,
humedecida cada vez más por tan inexplicable e intensa excitación.
Ascendía desgarrando cada una de las fibras que se
interponían en su camino, rozando levemente mi piel que a su paso se estremecía
ante la magnitud de esa sensación, firmemente dispuesta a alcanzar su derrota despojándome
así de todo aquello que cubriera esa parte de mi cuerpo, la única parte que permanecía
cubierta, oculta y recatada a pesar de tan impúdica posición que permitía
contemplarme en absoluta desnudez de cuerpo y alma.
Alcanzó al fin su objetivo, en la parte inferior de mi
vientre…. Ya sin poder contenerme, liberé un sollozo, un jadeante suspiro que
murió repentinamente, cortando mi respiración de nuevo en el mismo momento que
sentí sus manos arrancarme los restos de tela de un tirón y su boca acometer hundiéndose en mi humedad, sus labios, su lengua, sus dientes…. Devorándome con
violencia a la vez que apoyaba sobre mi torso, entre mis pechos erectos, el
arma que instantes antes cubría de frías caricias mi estremecido cuerpo.
Ni siquiera era capaz de reconocer la infinidad de sensaciones
que envolvían todo mi ser, que me apresaban sin encontrar resistencia alguna,
abandonada, rendida a ese sentir.
Al borde del orgasmo más intenso que jamás habría sentido, justo
cuando mi sexo empezaba a palpitar, se detuvo. Deseaba mantenerme en ese
estado, en esa tortura de sentir que tu cuerpo se desborda en deseos de
explotar.
Ascendió por encima de mi cuerpo, haciéndome sentirle sobre
mí, arrebatándome cualquier posibilidad de movimiento que no fuera controlado o
dirigido por Él, sintiendo la presión de su miembro erecto sobre mi sexo…. Y entonces
noté el breve roce de esa hoja en mi piel, alejándose nuevamente de mi cuerpo al tiempo que el de ese hombre que lograba enloquecerme, poseerme por instantes,
me abandonaba nuevamente en la decadente sensación de vacío dejando de
sentirle sobre mí.
Acariciando mi mejilla, me instó a abrir mis ojos que todo
el tiempo habían permanecido cerrados entregándome a ese maravilloso sentir.
Pero mis oídos no lograban reconocer el sonido de su voz, ni mis ojos ver más allá
de la extraordinaria forma de un rostro desconocido, borroso. Mis sentidos no
lograban ver ni oír… solo sentirle.
Posó en mis labios un beso dulce mas no demasiado casto, antes
de apresar mi mentón, abriendo mi boca a la vez que acariciaba mis labios con
sus dedos mientras acercaba una mordaza que abrocharía instantes después,
firmemente, con fuerza.
Entonces puso la hoja frente a mi… un escalofrío recorrió
todo mi cuerpo mientras contemplaba el espectáculo de mis propios ojos
reflejados en el perfecto metal.
Bajó mis manos engrilletadas, entumecidos mis brazos de la
presión de mantenerme inmóvil y me acomodó entre sus brazos, acunando la parte
superior de mi cuerpo mientras mis piernas permanecían abiertas, sujetas a los
pies de la cama.
Rodeó mi cuerpo con su abrazo, a la vez que jugueteaba con
la hoja de aquella asombrosa arma que rozaba mi cuerpo en sinuosas caricias, me
acomodaba para que pudiera verla, rodeando cada uno de mis pezones, pinchándolos
levemente, sintiendo la sensación de que en cualquier momento, sin ni siquiera
sentirlo, podía empezar a sangrar…
Jugaba con mi cuerpo y mis sensaciones a voluntad… haciéndome
permanecer en un estado de inquietud constante, y a la vez de serenidad, de
calma. Alzó entonces mi cabeza con brusquedad y puso la hoja sobre mi cuello,
presionaba cada vez con más intensidad, pero sentía que sus ojos me miraban, me
protegían de cualquier sensación de temor.
Mi entrepierna ardía, palpitaba con tremenda intensidad a la
vez que mi respiración se entrecortaba y pude sentir una pequeña gota descender
desde donde la hoja presionaba mi cuello en dirección a mi pecho.
Desabrochó la mordaza de mi boca, mis labios babeantes, me
costaba recuperar el movimiento de la mandíbula debido a la presión que ejercían
mis dientes ante tan brutal sensación. Sus manos me sujetaron, moviendo mi
cabeza hacia atrás mientras su lengua lamía la sangre que emanaba de la pequeña
herida que curó de inmediato, besándola para luego regresar a mis labios, regalándome ese sabor para fundirnos en el más
pasional e intenso beso que jamás antes había sentido.
Momentos después, cuando pude recuperar el aliento… posó sobre mis manos unidas aun por los grilletes, la hoja en la que permanecía un pequeño
rastro de sangre. Sentí el deseo de lamerla, de sentir el sabor de mi propia
sangre en el frío metal.
Antes de que pudiera siquiera reaccionar, inmersa en mis
sensaciones… liberó mis piernas y me dio la vuelta, postrándome en posición opuesta a
él, colocándome con el arma aun en mis manos, en posición de uso y penetrándome
repentinamente, con fuerza, hasta alcanzar lo más profundo de mi ser.
A la vez que gemía, que gritaba inevitablemente, contemplaba
mis manos, tomando esa arma, colocada en mis manos presas, como si estuviera ofreciéndola
a los dioses… ya no creía ver el cabezal de la cama, sino lo más elevado de un
hermoso cielo.
Mis ojos se cerraron nuevamente, mis piernas flojeaban y Sus
manos sujetaban mis caderas elevando mi trasero, acompañando cada embestida,
cada vez con más fuerza, hasta que al fin, derrotada, escuchando sus jadeos,
sintiendo su inminente explosión, supliqué, rogué que me concediera el honor de
saborear su placer…
Una sensación húmeda, fría, rozando mi codo, hizo que
abriera los ojos. Alcé la mirada… ningún grillete rodeaba mis manos y éstas
nada sujetaban… Estaba sola en mi habitación, excitada, sudorosa, bañada por unos leves rayos de luz
que acompañaban el amanecer, con la única compañía de mi cariñoso y rubio cánido
dando vueltas por la habitación, agitado ansiando su habitual paseo.
Entonces una sonrisa brotó en mis labios, al descubrir que incluso en
ausencia de la compañía de ese hombre extraordinario, del abrazo de sus
palabras… Su Presencia, volvió a poseer mi sentir una noche más.
vera
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