viernes, 11 de septiembre de 2015

La perra



Hay un chiste que siempre me ha resultado gracioso. Habla de que, para reconocer el amor verdadero solo tienes que coger a tu novia y a tu perro y encerrarlos en el maletero del coche. Tras varios minutos, lo abres y observas... ¿Quién se alegra de verte?

Yo soy la boba irracional que al abrirse el maletero me lanzaría a los brazos de mi Dueño y le adoraría igual que siempre. Aunque lo poco que me resta de sentido común, me llevase después a "atosigarle" un poco con preguntas para conocer las razones de ese encierro, todo y asumiendo que tal vez El, considerase o no explicármelo.

Desde que me siento sumisa he aprendido mucho de mí observando a mi cachorro, ahora que no está conmigo, quizá incluso más.  
Él está con mi padre, que le da de comer, disfrutan de largos paseos juntos, lo mima tal vez más de lo que debería y le cuida incluso mucho mejor que yo. Mi rubio adora a mi padre, sin embargo sigue durmiendo todas las noches a los pies de mi cama, esperándome.


Me he visto y me veo reflejada en él muchas veces, reconozco ese sentir porque es el mío, por eso sé que, aunque la vida pueda cambiar mi rumbo, aunque sea cierto que nadie sabe lo que sucederá mañana, yo sé que, a pesar de que pueda estar algún día junto a otra persona, que me puedan cuidar incluso mejor, parte de mi vida pertenecerá a aquel que me creó, que me tomó de cachorrita, que me vio dar los primeros pasos, me adiestró, me ayudó a crecer... al que pertenecí y a quien pertenezco. 

Es cierto que el corazón puede romperse y aun así seguir latiendo, pero cuando el alma se entrega, jamás regresa.

Me han reprochado muchas veces que no sé amar porque no celo, siempre me sentí frustrada por eso y ser sumisa me ha llevado a comprender.
Mi modo de amar no es peor, es distinto. Del mismo modo que mi entrega me hace sentir libre, considero que no hay mayor regalo que se le pueda hacer a un hombre... a un Amo, que su propia libertad. Sin celos ni coacciones, intentando comprender que Sus actos, aunque nos puedan parecer buenos o malos, son por algún motivo... aunque duelan.

Yo no deseo un novio, ni un marido. Solo amo a un hombre perfecto por Sus imperfecciones, anhelando todo lo que Él pueda anhelar y amando todo lo que pueda amar, que me lleve con El, caminando a Su lado si así lo desea, siempre sabiendo cual es mi lugar, durmiendo a los pies de Su cama todas las noches, esperándole. Porque no le quiero "mío" ni para mí... yo soy Suya.

vera




                                                   

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