sábado, 12 de septiembre de 2015

Amigo, Maestro, Amo…. Gracias.




Estuvo siempre ahí, en mis primeros pasos, cuando perdida aparecí a las puertas de Su casa que en breve tiempo fue también la mía y el lugar donde empecé a caminar.

Me observó, vio mi primera caída, me aconsejó en mis dudas y me sostuvo con mano firme para que me sintiera suficientemente fuerte y no volviera a caer.

Sostuvo también mi sentir, sentimientos fuertes que al más mínimo roce o movimiento explotaban llevándose todo y sumiéndome en la más absoluta confusión.
Tendió entonces Su mano mostrándome el camino con Su luz, le abrí mi pecho para mostrar mi alma y se convirtió en mi Maestro, en mi Tutor.

Me regaló Sus palabras, me dio confianza suficiente para seguir con paso firme, me alentó a ser la mejor sumisa por mí y poco después, para Usted.

Me hizo conocer mi cuerpo, sentirlo y amarlo al verlo brillar en Sus ojos, descubrió toda mi esencia haciéndola crecer y desprendió de mi ser… mi alma.

Pude sentir estremecerse, al paso de Sus dedos, rozando cada centímetro de mi piel y ver la parte de mí más hermosa y llena de luz.

Me mostró gran parte de todo lo que sé, aprendí todo sobre mí, a conocer mi sentir, a llevarlo a límites inimaginables, a reconocer hasta donde podía llegar y cuanto era capaz de esperar.

Aprendí no solo a amar a mi Amo, también a todo lo que le rodeaba, sin celos ni necesidad de poseerle, a soportar sentirme rechazada por quien le acompañaba, desatendida por Él y a pesar de todo, desearle lo mejor, anhelar Sus deseos, Sus necesidades, Su placer.

Pero es el mejor Maestro… y con eso no bastaba, yo no conocía todo aún.

Conocía el más infinito amor, la más absoluta entrega, la incertidumbre, la ansiedad de la espera, el placer de sentir…. Pero aun no conocía el verdadero dolor, no el que se siente sobre la piel, sino el que hiere aunque no sangres, el que te hace sentir muerta en vida.

Conocí que mi amor por él no tenía limite, ni mi necesidad de que Su imagen permaneciera intacta a costa de la mía, mi capacidad de perdonar, de soportar la intensidad del sufrir, la perdida, mi necesidad de pedir perdón o de humillarme una y otra vez sin obtener piedad ni respuesta… conocí todo lo que podía ser capaz de hacer, todo lo que jamás había creído. 

Me enseñó a conocerme, a saber quién soy, lo que puedo llegar a ser y también a conocer el dolor que causa la mentira, el entregarte, pertenecer y amar a quien no te ama. Me mostró el rechazo, la indiferencia, el desprecio… me mostró que a pesar de todo eso yo era capaz de perdonar, de seguir amando, pero no de olvidar.

Tras todo esto… una siente que todo lo que queda de ella son escombros y se pregunta ¿Qué hago ahora, que va a ser de mí si le he entregado mi alma?

Un buen amigo del que tomaré prestadas sus palabras me respondió… “Tu alma sigue contigo. Para entregar un alma, ésta ha de ser querida y custodiada…”

Es mucho lo que le debo, mi Amigo, mi Maestro, mi Amo… y lo que le quiero agradecer.  

Por ello, por Usted, no voy a ser uno más del rastro de cadáveres que va dejando por el camino. Me siento muerta ahora, pero sigo viva, sigo siendo lo que creó, así que le mandaré lo que me queda de Su luz, me alzaré y  seguiré sintiendo, caminando y… contemplando el paisaje a mí alrededor.

Gracias.


vera.



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