La cálida luz de la mañana bañaba el salón mientras preparaba el
desayuno para mi Amo. Me sentía bien, relajada, recordando la intensa sesión
que mi Señor me regaló la noche anterior.
Dejé con cuidado el desayuno sobre la mesa, me volví hacia mi Amo, le sonreí con picardía y de repente, me lancé sobre Él, poniéndome a horcajadas y rodeando su cuello con mis brazos.
Acerque mi boca a su oído, y dulce pero sensual, le susurre: "ahora, no eres mi Amo, eres mi presa". Me quedé algo tensa esperando su reacción, pues hasta ese momento, nunca antes me había atrevido a hacer algo así, ni siquiera lo había tuteado nunca, pero me miró divertido, me sonrió y me dijo "malvada", rodeando mi cintura con sus brazos.
Lo miré a los ojos y lo besé, me devolvió un beso dulce y cálido como la luz que brillaba desde la ventana, y me dispuse a sacar mi parte mas indómita ...
Lleve mis manos atrás, por donde me sujetaba y cogí sus manos entre las mías, luego las lleve sobre su cabeza, entrelazando sus dedos con los míos, mientras lamía, besaba y mordía su cuello, fui soltando sus manos y bajando las mías por sus brazos a la vez que bajaba mi boca desde su cuello a su pecho besándolo, me alcé un momento, para lamer los labios de mi Amo y besarle de forma apasionada.
Pude notar entre mis piernas, como se iba excitando cada vez más mientras volvía a su pecho, lo acaricié con mis manos, con mis labios, con mi lengua, jugué con sus pezones, mordiéndolos suavemente, lamiéndolos, mientras llevaba mi mano derecha a su entrepierna.
Me incorporé despacio sin dejar de acariciar su polla, que se alzaba dura y exigente, y le despojé del pantalón. Me arrodillé ante mi Amo, entre sus piernas y me dispuse a darle todo el placer que pudiera ofrecerle.
Me alcé sin dejar de acariciar la polla de mi Señor y de nuevo me situé sobre Él, a horcajadas, introduciéndola en mi coño, tremendamente húmedo por la excitación y cabalgué sobre mi Amo mientras tomaba mis pechos entre sus manos y empezaba a jugar con mis pezones, cada vez más duros.
Estaba muy excitada, pero no quería correrme, no hasta que mi Amo lo quisiera, así que fui reduciendo la intensidad de mis movimientos, acerque mi boca a la de mi Señor, lo besé y le susurre: "he sido un poquito más indómita que dulce hoy... Pero sigo siendo suya".
Me desprendí del cálido placer que me colmaba y me alcé para posteriormente ponerme de rodillas sobre la mesa, ofreciéndole a mi Amo mi coño y mi culo, para que me tomara como Él desease.
Salió de mi interior mientras yo me seguía estremeciendo tras el orgasmo, me ayudó a incorporarme, me besó y me acomodó entre sus brazos al tiempo que nos sentábamos, abatidos y relajados mientras la tenue luz de la mañana seguía bañando el salón y nuestros cuerpos desnudos.
vera.
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