En esa ocasión la noche le pareció mucho más hermosa que las
demás… el cielo se sumía en una profunda oscuridad en la que las lejanas
estrellas se tornaban más brillantes y cercanas que nunca.
Hacía tres años ya de Su marcha y sin embargo Su amor
permanecía en ella tan intenso como el primer día.
Todas las noches salía al jardín y elevaba su mirada al
cielo, para contemplarlo, para ver las estrellas, para contarlas… con Él.