Le imaginaba… Mientras contemplaba con los ojos perdidos el ultimo ápice de una claridad ya desvanecida. Podía sentir el reciente frío del cambio estacional en mis manos, mientras escribía ese sutil recuerdo de un momento aun por suceder.
Podía sentir el amable resplandor, el crepitar del fuego, la leve caricia del calor en cada parte de una piel que clamaba en silenciosos gritos por la atención de esas manos que ahora, trasladaban al infinito placeres de otra forma.
Regalaba mi mente a mis oídos cada dulce acorde que de sus manos brotaba, mientras mis ojos, creían perderse en el movimiento hipnótico de sus dedos, que firme y delicadamente se deslizaban por las cuerdas de ese curvilíneo instrumento que mi cuerpo deseaba intensamente ser en ese preciso momento.
Añoraba mi alma ese dulce sentir de la espera, que tal vez un día llegaría, recreando en mi corazón, mi pensamiento, en todo mi cuerpo, esas sugerentes imágenes que en mis ojos ausentes se reproducían cuando la noche de esa fría tarde de otoño empezaba a caer.
Imágenes deseadas que mis dedos intentaban capturar para, de algún modo, poderlas sentir en una forma mas real.
El amable sonido de una muy notable pasión envolvía toda la estancia, arrullándome en mi lugar de descanso, desnuda, sobre unas mantas frente al fuego.
No podía mas que contemplarle con un enorme sentimiento de dicha, en sosegada espera, aunque ansiando a su vez poder ser el objeto del que brotaran las notas de su melodía mas sensual, con cada penetrante azote, con cada sutil caricia.
Pude en mas de una ocasión descubrir en sus labios una leve sonrisa y en la expresión de su cara alguna mirada de reojo custodiando el cuerpo que, cálido y vibrante como el de madera que sostenía entre sus manos, éste, de piel temblorosa y consagrado a sus mas íntimos deseos, también le pertenecía.
Cesó la melodía ante el sinuoso silencio y esa mirada que antes se paseaba sobre mi piel en leves parpadeos, se tornó fija hacia mis ojos en un inconfundible y brillante tono de deseo.
Abandoné entonces el cobijo de mi acomodo y gateando me acerqué hasta él tomando posición entre sus piernas, abriendo sus rodillas cariñosamente.
Mi boca se relamía inevitablemente a la vez que su mano acomodaba hacia un lado el instrumento, ahora inanimado, para después sujetar mi mentón, acompañándolo así asta sus labios que esperaban para deleitarme con un apasionado beso.
Mis manos, ajenas a mi control, se deslizaban por su torso, acariciándole, a la vez que mi boca se aproximaba hambrienta a su erecto miembro y sus dedos se enredaban entre los rizos de mi pelo.
Antes de que pudiera saborear el dulce néctar que de su deseo brotaba, tomó mis manos con las suyas y me instó a colocarme sobre su regazo.
Mi cuerpo, en un instintivo gesto, alzó el trasero a la vez que deslizaba las mano hacia adelante, quedando así apoyado sobre mi pecho y el anverso de mis nalgas dispuestas sobre su regazo.
Pude sentirle entonces, esbozando una traviesa sonrisa, complacido, a la vez que su miembro se alzaba con intensa fuerza cual arte en alabastro.
Mi respirar comenzó a acelerarse, a la espera de sentir de su mano la primera sacudida que sin duda comenzaría a enrojecer mi piel en ese tono que tanto le agradaba.
Se sucedieron una tras otra las notas de su mas ferviente y vivaz melodía, acompañando caricias en mi cabeza y espalda que yo gozaba cual cachorrita expectante ante el próximo e inminente impacto.
Mi sexo se humedecía cada vez más y mi respiración se tornaba en gemidos de dolor precedidos de alaridos de un enorme placer.
Noté entonces que una de las caricias que de su mano se perdían en mi espalda se intensificó y la mano que hasta ese momento me deleitaba castigando mi piel, la seguía, sujetándome, para alzar mi cuerpo y dirigirlo, posicionando mis nalgas sobre mis tobillos al tiempo que la ardiente caricia de su tacto me envolvía, paseándose sobre mi ser, hasta detenerse en mis pezones erectos.
Pudo ver entonces, tras mis inundados ojos, mi deseo… le suplicaba con todo mi sentir que me otorgara la enorme dicha de darle placer, que regara el vacío de mi garganta con su dulce esencia.
Así, sin separar ni un instante su penetrante mirada y sus virtuosas manos de la que ahora se había convertido en su mas preciado instrumento, acompañó cada movimiento hasta volverme a posicionar en aquel espacio entre sus piernas.
Le di las gracias por conceder mis anhelos y con lujuriosa mirada me dispuse a acariciar con mi lengua cada milímetro de piel del que pudiera sentir placer en su entrepierna.
Tragaba con avidez los fluidos que la insaciabilidad de su erección creaba en mi boca, y mi pulso aumentaba de ritmo mientras mi entrecortada respiración dejaba paso a los espasmos de mi garganta.
Pude entonces oír la bella armonía de sus gemidos, de su pulso acompasarse con el mío, del estremecimiento de ese compartido placer, mientras en mi boca, se derramaba con intensidad.
Desperté de mi ensoñación en la ahora entrada noche, con esa hermosa melodía en mi mente, la imagen de dos cuerpos desnudos unidos en la noche, saciados, felices... junto al crepitar del fuego.
vera.